Los virus y las enfermedades crónicas y degenerativas

LOS LIBROS DE TEXTO definen a los virus como “los elementos biológicos nocivos más pequeños”. Sabemos que no tienen vida propia, que no pueden desarrollarse ni multiplicarse por ellos mismos, pero que pueden infectar células vivas, a las que inducen a crear nuevos virus con la capacidad infectiva del invasor. También es cierto que las células infectadas por el virus elaboran una proteína anti-vírica llamada interferón, cuya intención es impedir la contaminación del organismo por el susodicho virus. Por ello no debemos olvidar que las células de nuestro cuerpo también tienen medios y armas terapéuticas para protegerse y defenderse de la invasión vírica.

Hoy en día hablamos de manera frecuente y poco comprometida de las viriasis. En muchos adultos, pero sobretodo en los niños, ante cuadros de malestar general o fiebres no filiadas escuchan el diagnóstico medico de “es un virus” y, generalmente, dejando pasar el tiempo, la clínica desaparece. Estas veces no sabemos si hemos padecido o no ciertos virus, y al hacer determinados análisis de anticuerpos en sangre comprobamos que sí hemos sufrido la enfermedad y no nos hemos enterado, tal es el caso de algunos adolescentes o jóvenes que, antes de ponerse la vacuna de la rubéola, se hacen una analítica y, efectivamente, ya la habían tenido sin ser conscientes de tal hecho. Decimos de ellos que ya son inmunes. Mientras la mayoría de los virus que nos invaden son eliminados sin problemas por el sistema inmunitario competente, algunos se mantienen de forma latente en el organismo y constituyen un riesgo permanente de reactivación viral. De ellos los más conocidos son: virus del Herpes, virus Zona o Zoster, Citomegalovirus, Eistein Bar virus, Hepatitis virus, etc.
En primer lugar hablaremos del Herpes Zoster que es un virus que suele producir lesiones vesiculares en la piel y en las mucosas de los individuos infectados. El virus de la Varicela y del Herpes Zoster es el mismo, y se considera al Zoster como una reactivación del virus de la varicela que se encuentra latente en las células de los ganglios sensitivos. La reactivación o replicación del virus, se inicia coincidiendo con una situación de disminución de la Inmunidad. El síntoma más característico es el dolor intenso y/o prurito que quema en el trayecto o recorrido de un nervio durante cuarenta y ocho a setenta y dos horas, y la posterior aparición de un grupo de vesículas pequeñas, con base inflamatoria, que acaban secándose formando costras que, con el tiempo, desaparecen. Los trayectos más frecuentes son la rama oftálmica con afectación ocular, o a lo largo de los nervios intercostales de la espalda. Es menos contagioso que la varicela y se trasmite por contacto directo con el virus. Es una enfermedad autolimitada que evoluciona a la curación. Siempre en individuos inmunodeprimidos, son más frecuentes las complicaciones como: neuralgia postherpética, complicación más temida ya que el dolor que produce puede llegar a ser insoportable.
En la presentación oftálmica (queratitis, uveitis, glaucoma) e incluso terminar en ceguera.
Existe la forma paralítica por afectación de raíces motoras y formas tróficas, con atrofias cutáneas u óseas. La forma diseminada, donde la enfermedad puede extenderse por todo el cuerpo, es propia de personas con un gran déficit inmunitario. Otro virus del que les hablaremos es el Virus de Epstein- Bar. La primoinfección va a afectar principalmente a células oro faríngeas y a los linfocitos B locales. La forma habitual de contagio es el contacto con la saliva de un paciente afectado, por ello es conocida como la Enfermedad del Beso o “Mononucleosis Infecciosa”. Otras formas menos frecuentes de contagio son las transfusiones sanguíneas y el transplante de médula ósea.
La clínica es inespecífica, manifestándose malestar general, escalofríos, sudoración y es interesante recordar la intolerancia al tabaco. Cuando una persona se infecta de este virus puede ocurrir desde una clínica asintomático como la ya mencionada, a lo que se llama síndrome de Mononucleosis Moderado, frecuentemente en niños con amigdalitis de repetición, fiebre ligera y adenopatías varias de difícil resolución, e incluso presentar una franca enfermedad de mononucleosis con amigdalitis importante, adenopatías, astenia, y sensibilidad a ciertos antibióticos como la ampicilina, frecuente esta última en adolescentes. Debemos cuidarnos de la toma indiscriminada de antibióticos, pues en casos como este no solo no resuelven (pues el virus no responde) sino que además enmascara y complica el cuadro ya existente.
Hoy en día, se usa el concepto de “Infección por virus lentos”, pues son virus que dañan el organismo tras varios meses o años de previa incubación. Entre los ejemplos ya confirmados tenemos: Panencefalitis Esclerosante subaguda, Enfermedad de Creutzfeldt Jacob, conocida como la enfermedad de las vacas locas, Leucoencefalopatía Multifocal Progresiva. Todas ellas enfermedades degenerativas y desmielinizantes. Además en muchas enfermedades graves de origen desconocido coexisten ciertas viriasis, para unos los virus son los causantes de dichas enfermedades y para otros son esas enfermedades las que llaman a los virus, pues en la leucemia linfática crónica, la enfermedad de Hodkin y otras neoplasias, encontrando frecuentemente el Herpes Zoster y también el virus de Epstein Bar en la poliartritis reumática. El citimegalovirus en el Cáncer intestinal o el virus del papiloma en el Cáncer del cuello uterino, cuando hay una reactivación viral ocurre una especie de “secuestro” del sistema Inmune que al estar tan ocupado luchando contra ese virus no puede combatir eficazmente a otros agentes patógenos (virus, bacterias, parásitos etc.) facilitando y condicionando la enfermedad.
Recordemos como Pasteur en los últimos años de su vida postula que “en realidad no es el microbio el causante primario de la enfermedad, si no el terreno sobre el que esta se desarrolla”. Los médicos homeópatas que desde siempre orientamos nuestra terapéutica en este sentido, usamos de los remedios homeopáticos para prevenir enfermedades o curar las ya existentes actuando fundamentalmente sobre el terreno o estado de homeostasis del cuerpo y dentro de este terreno es el sistema inmunológico un medidor claro y preciso.
Ya que en los últimos veinte o treinta años los conocimientos sobre inmunología han conocido una auténtica eclosión, los últimos descubrimientos han aportado a la medicina un potencial terapéutico muy aprovechable y el descubrimiento de que el lenguaje de trasmisión del sistema inmune es a través de sustancias (citoquinas) a dosis infinitesimales, permite que la terapia también de esta manera (a dosis homeopáticas o infinitesimales) sea francamente efectiva recuperando con ello la salud del sistema inmune y por tanto de nuestro cuerpo.
En resumen: el virus penetra de forma solapada dentro de la célula y hace que esta genere copias con capacidad de infectar a otras células. A pesar de esta forma de camuflarse que tiene el virus, nuestro sistema inmune detecta las células que lo contienen e intenta destruirlas como extrañas, destruyendo nuestras células en su afán de eliminar al virus. Esto podría explicar algunas de las enfermedades auto inmunes, en las que decimos que “el cuerpo se arremete a si mismo”, esto es verdad pero no porque se halla vuelto loco, sino porque trata, como siempre, de proteger la vida, y en su afán de dominar lo extraño daña lo propio. Podemos concluir que descubrir la existencia de virus reactivados y el estado de nuestro sistema inmune es fundamental cuando nos enfrentamos a enfermedades crónicas o degenerativas, pues entre ellas, en un alto porcentaje de casos, está la fuente de dicha enfermedad. Si además el mismo diagnóstico es terapéutico, en cuanto nos permite la terapia adecuada de eliminación del virus y la recuperación de nuestra capacidad inmunitaria, ¡bienvenido sea este nuevo aporte científico en nuestro continuo afán de curació

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