Hay una máxima en Bioconstrucción que resume perfectamente todas las intenciones que reflejan el proyecto y la construcción de una casa sana, ecológica y pensada para ser vivida: “TU CASA ES TU TERCERA PIEL” La piel, que es un órgano vital para muchos seres vivos y supone la primera barrera defensiva del organismo, es mucho más que eso… si lo piensas un poco. No sólo es una protección eficaz ante las agresiones químicas, físicas o biológicas que sufre el cuerpo desde el exterior. También nos regula perfectamente la humedad y la temperatura interior. Por ser de poro abierto, en toda su extensión, reacciona adecuadamente tanto ante el frío (cerrándose y llegando a tiritar), como ante el exceso de calor al abrirse los poros y sudar, consiguiendo así refrescar el cuerpo gracias a su evaporación (“efecto botijo”). Pero es que además y no es esto menos importante, es impermeable al agua y permeable al vapor de agua (un don muy común en animales y vegetales).
Tu piel está, obviamente, adaptada a ti y a tu forma. Mediante el tacto, actúa como un órgano que te relaciona con el entorno. Es enormemente sensible ante los estímulos que recibe del exterior: Desde una caricia o un beso, hasta las radiaciones naturales de la Tierra o del Cosmos. Incluso envejece a la vez que se renueva de un modo dinámico, continuo y armonioso. ¡Cuántas y cuántas cosas se pueden decir, de tu primera piel…!
Y de tu ropa… también se pueden señalar muchas cualidades… si lo piensas un poco. Lo primero que esperas de ella, es que te proteja del frío o del calor. Si quieres evitar el agua, es decir: que tu segunda piel sea impermeable, procurarás que ésta transpire, porque sino, tu primera piel no lo soportará mucho tiempo. Le pides en general, a tu ropa, que sea eficaz, cómoda y ligera, pero también que te sientas bien dentro de ella, por su forma y sus colores, permitiéndote que te identifiques con tu entorno tanto cultural como estéticamente.
Desde un punto de vista más práctico, esperas que tu segunda piel sea fácil de limpiar y de cuidar y que tenga un envejecimiento razonable. En definitiva: que te ofrezca un mínimo de calidad con relación al precio que pagas por ella. Si por el contrario, te preocupas de tu salud, lo que quieres es que tu ropa esté confeccionada con materiales naturales y ecológicos, o por lo menos que no sean tóxicos; lo procuras por tu primera piel, por el campo eléctrico en el que se desenvuelve y para que no se manifiesten alergias que expresan las protestas de tu primera piel y evitando, además, que en ella proliferen hongos o microorganismos. Si sigues dándole unas vueltas más, le pides a tu segunda piel que su fabricación y su uso no sólo no te contamine a tI, sino tampoco al medio ambiente, proceda de donde proceda esa prenda. Y que, por supuesto, ninguna persona(y sobre todo ningún niño) sufra cualquier tipo de explotación, para que tú puedas disfrutar de ella a bajo precio.
Y así, desde diferentes puntos de vista, buscarás unas cualidades para tu segunda piel, que con un mínimo de sentido común y un poquito de conciencia, mejorarán tu vida y la de tu alrededor…
Pero qué pasa con tu tercera piel? Si lo piensas un poco… a tu casa, como piel que te envuelve, has de pedirle también unas cualidades que cumplan con eficacia el objetivo por el que te cubres con ella. Por tu salud, por la de todos los seres y los sistemas vivos que rodean tu casa y por el planeta en general.
Pero también por tu propia economía y la de tus vecinos, por sentido común o por evitarle a tus herederos que tengan que hacer frente a unos deshechos contaminantes y difícilmente reciclables, el día que tu casa llegue al final de su vida útil… Lo primero que ha de ofrecerte, al igual que tus otras dos pieles, es que transpire, que sea permeable al vapor de agua y a la radiaciones naturales y te proporcione un aire interior sano y equilibrado química y eléctricamente. Esto se consigue si los materiales que conforman tu tercera piel, son naturales, ecológicos y libres de tóxicos (muros y aislamientos, revocos de cal, pinturas, aceites y barnices, etc.).
Por supuesto que te tiene que gustar tu casa, pero también le ha de gustar al entorno: cómo obtienes el agua que usas y cómo la devuelves a la tierra ó incluso las formas y colores de nuestra tercera piel (por dentro y por fuera) dicen mucho de nuestra salud y de la manera en que nos integramos en un paisaje. Si tu casa está aislada con la primera piel de algún animal (como por ejemplo lana de oveja), o con la de árboles y vegetales (como corcho, lino o cáñamo) y además éstos están rodeando unos buenos muros que transpiren (por ejemplo de piedra o cerámica) y los envuelve una fina piel interior de cal, jamás necesitarás encender un deshumidificador, ni precisarás ningún aparato para que tu casa te reciba en verano refrescándote el cuerpo (como cuando entras en una iglesia de piedra o en una cueva).
En invierno, gastarás muy poca energía en templar toda tu tercera piel (muros, suelos y techos) y se conservará fácilmente el calor interior. Para conseguir esto tan obvio y saludable, has de pensarlo muy bien a la hora de elegir tu tercera piel; porque te envolverás en ella durante mucho tiempo y tu economía dependerá de si tu casa es ahorradora de energía y agua o no… y además, mucho más importante que todo esto, es que tu salud y la de tu familia, tiene mucho que ver con tu tercera piel.
Una casa construida para la vida (bioconstruida), ha de ser permeable a las radiaciones naturales que recibimos continuamente y no permitirnos que vivamos (y sobre todo que durmamos) enjaulados entre metales que distorsionan esos campos electromagnéticos: los hierros del hormigón armado, los coches debajo del dormitorio, los colchones metálicos entre La Tierra y nuestra primera piel y cables eléctricos y tubos con agua y tantas y tantas cosas que no se ven en nuestra tercera piel, son un factor de riesgo, tan serio como absurdo, que desequilibra nuestro sistema hormonal, debilita nuestras defensas y facilita muchas enfermedades degenerativas…
Nuestra casa, nuestra cama, no puede estar ubicada en cualquier lugar. Nuestra tercera piel, no puede estar hecha de cualquier material, elegido por quienes nos lo vende (según su estética, según el precio, o según quede en la foto final…).
¡Se trata de nuestra piel! ¡Bastante cara resulta ya, como para que aun encima, nos enferme!
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