LLega el polen

Las alergias respiratorias como las rinitis y el asma se suelen agravar con la llegada del polen, pero no es el único culpable por que también influyen otros factores.

Las alergias no es más que una reacción desmesuradas del sistema inmune frente a una sustancia que se considera nociva (antígeno), sin que ésta lo sea en circunstancias normales.

El cuerpo humano tiene la capacidad para resistir el ataque de todo tipo de microorganismo o toxina que tiende a atacar y lesionar los tejidos. Esta capacidad es lo que se denomina inmunidad.

En el hombre existe, junto a la inmunidad innata e inespecífica otro sistema más especifico llamado sistema inmunitario o inmunidad adquirida, que actúa mediante la producción de anticuerpos y linfocitos. En el caso de las alergias, los linfocitos B forman sobre todo los anticuerpos del tipo IgE frente al antígeno que en este caso se denomina alergeno y estos se fijan sobre los mastocitos y basófilos que son un tipo de células circulantes rompiendolos y haciendo que se liberen sustancias como la histamina o las prostaglandinas E2, que dan lugar a las reacciones alérgicas e inflamatorias de localización diversa.

Nuestro organismo posee una excelente memoria, y una vez que ha catalogado una sustancia como “mala”, pasará a batallar contra ella allí donde se presente. Esto explica que cada vez que llegue la primavera, la presencia de polen desencadena una variedad de síntomas en la persona alérgica.

Pero ¿por qué se produce este equívoco en nuestro sistema inmune? Pese a desconocerse la causa y valorar la importancia genética en ello, también se apunta a que parte de la culpa de esta hipersensibilidad puede deberse a lo que comemos de bebés, a “obligar” a nuestro organismo a entrar desasido pronto en contacto con elementos que todavía no puede digerir, esencialmente proteínas. Es curioso comprobar cómo en muchos casos de fiebre del heno y asma se ha identificado la alergia alimentaria como factor desencadenante.

Existen principalmente tres tipos de trastornos alérgicos: los que afectan al sistema respiratorio, a la piel y al sistema digestivo, es decir: Alergias respiratorias; Dermatitis atópica y de contacto; y Alergias alimentarías.

Dentro de las alergias respiratorias se incluyen la fiebre del heno o rinitis alérgica estacional, que, como su nombre lo indica, tiene lugar en primavera; la rinitis alérgica perenne y el asma. Todas ellas tienen en común que son producidas por alérgenos inhalados, entre ellos el polen, pero también los ácaros; los hongos y el moho; el pelo, plumas y escamas de animales domésticos; la contaminación e incluso algún alimento.

Sus síntomas. Ambas rinitis producen estornudos, congestión nasal, goteo de nariz e incluso conjuntivitis y faringitis. El asma, en cambio se caracteriza por crisis respiratorias acompañadas de tos recurrente, jadeo y silibancias.

Se ha comprobado que ciertas pautas alimentarías mejoran las alergias por lo que es conveniente que se incluyan en la dieta: levadura de cerveza y germen de trigo, vitamina C, cereales integrales (arroz, avena, pastas) ricos en magnesio que relajan en forma natural los músculos de los bronquios, alga espirulina que aporta vitamina B 12 protectora frente a los alérgenos y otras sustancias toxicas, verduras de hojas verdes, frutas amarillas anaranjadas y rojas que aportan un buen trío antioxidante (betacaroteno, vit. E y selenio), Probióticos para recuperar la flora intestinal, y ácidos grasos esenciales

Un estudio norteamericano comprobó la mejoría en pacientes alérgicos con síntomas variados al introducir en su dieta a los omegas 3, 6 y 9.

Existen especies vegetales o complementos que pueden siempre con el asesoramiento de un profesional diseñarnos un plan preventivo y de tratamiento de los síntomas si ya se sufre de ellos tanto en la rinitis como en el asma: Helicriso, Equinacea, Pino Marítimo, Grosellero Negro, Perilla… son algunas de las plantas con actividad antiinflamatoria, antihistamínica y antialérgica sin los efectos secundarios típicos de los medicamentos.

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