La vuelta a la normalidad después de las vacaciones resulta difícil, tanto para los adultos como para los niños. Hay que adaptarse a nuevos horarios, madrugar, prisas, etc. Esto puede causar nerviosismo o ansiedad dependiendo del carácter de cada niño puede expresarlo de diferentes formas.
Todos necesitamos un periodo de adaptación en el que adoptar ciertos hábitos saludables, beneficiándonos tanto los padres como los hijos, lo que nos permitirá afrontar el nuevo curso sin problemas. Debemos aprovechar los últimos días de vacaciones para irnos introduciéndonos en pequeños cambios que hagan más fácil la vuelta a la rutina del nuevo curso. Debemos seguir algunos consejos:
Una alimentación equilibrada que cubra las necesidades nutricionales y adecuadas a su edad y actividad física. Debe ser variada, presentada en forma agradable a al vista y cocinada de forma sencilla, evitando abusar de salsas y fritos. Hay que prestar especial atención al desayuno, ya que proporciona la energía necesaria para empezar el día, mejorando el rendimiento físico, intelectual y evita malos hábitos.
Cuidar su intestino para ello es necesario una alimentación equilibrada y variada con frutas, hortalizas y el consumo de productos integrales dejando a un lado los productos refinados e industriales. Asimismo es fundamental mantener el equilibrio de nuestra flora intestinal que desarrolla importantes funciones para nuestra salud:
* Ejerce efecto barrera impidiendo que se implanten y proliferen gérmenes dañinos para el organismo.
* Interviene en la síntesis de vitaminas como la K, algunas del grupo B como el ácido fólico.
* Estimula el sistema inmunitario.
Se pueden encontrar productos que aportan microorganismos (probióticos) y fibra (prebióticos), que favorecen el crecimiento de bacterias beneficiosas y refuerzan el sistema inmunológico.
Aporte de complementos naturales que son una ayuda para esta época de intensa actividad tanto física como intelectual. Ya que los niños tienen que asistir a clases, estudiar, hacer deberes, actividades extraescolares, y les gusta hacer deportes y jugar. Esto supone un consumo de nutrientes que hay que reponer y hoy en día nuestros alimentos están muy pobres en estos nutrientes por muchas razones que todos ya conocemos (invernaderos, suelos desmineralizados, usos de abonos ratifícales, pesticidas, cámaras, alimentos procesados, etc.) existen complementos naturales que mejoran su rendimiento como son La Jalea Real, La levadura de Cerveza, El Polen,…
Mejorar sus defensas para hacer frente a los rigores del largo invierno, evitando así la aparición de molestos catarros y virus. Para lo que podemos contar con ciertos complementos como la Equinacea y el Propoleo que presentan propiedades preventivas y terapéuticas. Aumentan las defensas, tienen acción antibacteriana y antivírica.
Cuidado con el estrés el exceso de actividades puede hacer que el niño llegue agotado al acabar el día lo que puede producir inquietud, nerviosismo, dificultad para conciliar el sueño, despertares frecuentes y pesadillas. Por lo que es conveniente organizar bien el tiempo para que no exista una sobre carga de actividades, procurar horarios regulares para las comidas, la hora de ir a dormir y levantarse que tenga tempo para el ocio y descanso. Algunas plantas como la melisa, el azahar, la tila, el lúpulo son útiles en caso de nerviosismo o dificultad para conciliar el sueño.
Rendimiento escolar la vuelta al ritmo del colé puede verse reflejado negativamente en su rendimiento escolar y es aquí donde juega un papel fundamental el aporte de los omegas que participan en el mantenimiento de ciertos aspectos de la función cerebral, como la capacidad de concentración y aprendizaje. Uno de los factores más importantes y, hasta hace algunos años, poco considerado en los problemas de aprendizaje como la dislexia o de conducta como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad, es la nutrición. Las deficiencias nutricionales son más comunes de lo que imaginamos y muchas veces se pasan por alto cundo hay que afrontar trastornos escolares y de conducta. Estudios realizados en Estados Unidos y en Europa con niños y adolescentes con bajo rendimiento escolar confirman que la mayoría presentan deficiencia en aminoácidos esenciales, zinc,
magnesio, vitaminas del grupo B, antioxidantes y omegas 3 y 6.
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