El fracaso escolar y la violencia desde una perspectiva homeopática

La educación de nuestros hijos es sin duda un gran tema a tratar. Desde el primer momento en el que somos conscientes de lo que hemos concebido, ya comienza para los padres esta gran labor.
Si queremos que nuestros retoños crezcan sanos de cuerpo y mente, tendremos que revisar muchas cosas en nuestra vida y empezar a cambiar.

Los hijos vienen a enseñarnos, de algún modo, eso que hay que mejorar.

Después de que los padres responsables hayan hecho los cambios para acoger a la nueva vida, es al sistema educativo al que corresponde complementar dicha labor. Este se preocupa mucho de introducir normas sociales y conceptos intelectuales y cuida menos los aspectos mentales y espirituales de cada individuo.

La escuela no sólo ha de enseñar historia, matemáticas o gramática, ha de ser una escuela de la vida, donde aprendamos a ser libres y dueños de nosotros mismos. Nunca se han hecho esta pregunta: ¿qué mueve el mundo?, algunos dirán que es el dinero, la justicia o el placer, pero lo que realmente lo mueve todo son nuestras emociones.

Aprendamos, pues, a gestionar y controlar nuestras emociones y seremos dueños de nuestras vidas.

El fracaso escolar pone de manifiesto, una vez más, que el sistema educativo funciona de una manera deficiente. Los niños que lo sufren desarrollan una imagen poco positiva de ellos mismos y eso puede conllevar a una actitud violenta.

Una de las principales herramientas de la violencia es la televisión. El ojo y el oído reciben del exterior informaciones propias de nuestro entorno. También reciben el impacto de las imágenes violentas del televisor que acentúan las diferencias sociales y van destruyendo al niño que se ha vuelto un tele-espectador a muy tierna edad. Recordemos que los niños son imitadores e intentarán hacer todo lo que les llegue, ya que son, en realidad, un libro por escribir.

Las estadísticas han revelado que la cantidad de horas dedicadas a ver la televisión son responsables de un alto porcentaje en casos de epilepsia. En Japón, 208 niños fueron hospitalizados inmediatamente después de haber visto las imágenes de unas películas infantiles.

Mientras miramos la pantalla miles de mensajes directos y subliminares entran en el cerebro dificultando la claridad mental innata. Este sistema se va infiltrando dentro de nosotros y nos hace dependientes.
Según estadísticas, cada adulto pasa más de dos horas diarias frente al televisor, la tercera edad casi ronda las cuatro horas y los niños tres horas y media. El niño que acostumbra a ver tanta televisión se pierde en las imágenes y emociones que ésta emite y no las canaliza. Se quedan dentro de él y se vuelve poco comunicativo, así nuestros hijos crecen siendo unos auténticos desconocidos, no se comunican con la familia. La dependencia de las imágenes violentas, ya no sólo las del televisor, sino las de los videojuegos, las de la publicidad, etc…, va siendo cada vez mayor; es como una especie de droga.

Cuando un niño violento llega a mi consulta, veo un ser que quiere drenar todos esos sentimientos acumulados y no sabe hacerlo de otro modo. Un niño violento se defiende así del sistema. Ha ido llenando su cerebro de situaciones traumáticas que nublan su entendimiento y ya no es capaz de controlarse. Ya no es él, sino lo que han hecho de él.
“Si un niño ve una violación al día, tiene mucha probabilidad de volverse un violador”

A estos padres preocupados les recomendaría que vigilasen su entorno, ya que a lo mejor, en su relación también hay mucha violencia encubierta. Si un niño vive en un hogar donde hay un maltratado y un maltratador, es fácil que adopte alguno de esos papeles.

La medicina homeopática puede ayudar mucho en estos casos con medicamentos como:

CHAMOMILLA: en niños hipersensibles, impacientes, inquietos y no conformes con nada.

NUX VOMICA: niño colérico y violento, pega y hace daño. Jefe de su banda. Friolero y malhumorado.

AURUM: niño con ataques de rabia a la más mínima contradicción, se irrita con el profesor. Aunque está lleno de energía es perezoso.

HYOSCIAMUS: niño malvado y cruel, le gusta pelear. Insolente, celoso. Tiene terrores nocturnos y le dan miedo los perros. Le gusta exhibirse.

CINA: niño aullador, irritable, no juega con los demás, tira objetos, rechina los dientes y tiene ojeras. No permite que se le acerquen, ni que lo toquen.

HEPAR SULPHUR: niño malvado, de apariencia perezosa o sin vigor, se vuelve grosero, peleador y cruel. Por nada desarrolla una crisis violenta. Suele padecer otitis. Le gusta jugar con fuego.

STRAMONIUM: niño perverso, celoso, grosero con su madre. Peleador, siente odio. Sufre pesadillas, posee gran locuacidad, tiene miedo al agua y no soporta la oscuridad. Sus dibujos son terroríficos.
Todos estos remedios son muy valiosos y han obrado auténticos milagros en los pequeños; no obstante, la responsabilidad última es de los padres y educadores.
Hemos de vigilar lo que llega hasta la mente del niño en todo momento, en vez de sentarlo frente al televisor para que no moleste. Debemos cuidarlo espiritualmente, ya que lo más importante es la salud mental de nuestros hijos.

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