El hígado es una víscera situada en la parte superior del abdomen, en el lado derecho y su peso, en una persona adulta es aproximadamente de un kilo y medio. La vesícula biliar es una pequeña bolsita situada en la parte inferior del hígado encargada de almacenar la bilis que el mismo hígado produce constantemente.
El hígado es una glándula que posee una doble función endocrina y exocrina (producción de ácidos y pigmentos biliares. como órgano metabólico las funciones más importante que lleva a cabo, son las de metabolismo de los hidratos de carbono, grasas y proteínas, así como procesos de desintoxicación que requieren aproximadamente un 12% del oxígeno total de sangre.
Junto con el estomago, el intestino delgado, las glándulas salivales y gástricas, el páncreas y el duodeno, el hígado forma parte del aparato digestivo. Algunas de sus secreciones entran en los conductos digestivos, mientras que otras lo hacen directamente en la sangre.
Pero el hígado no es simplemente una especie de filtro, sino un órgano biliar y una glándula endocrina que desempeña un papel de mayor importancia ya que mantiene o restablece el equilibrio general. La función básica del hígado es producir sangre, pero entre otras muchas funciones destacan:
La metabolización o transformación de las proteínas, grasas, hidratos de carbono para que puedan ser utilizadas por nuestro organismo.
Realiza una serie de reacciones (oxidación, reducción, conjugación, acetilación), encaminadas a eliminar determinados metabolitos, así como ciertas sustancias que se han administrado con fines terapéuticos o analíticos. Tanto las sustancias toxicas procedentes de nuestro interior como aquellas que proceden del exterior se neutralizan en el hígado. Las sustancias endógenas y los medicamentos hidrosolubles suelen ser eliminadas sin sufrir modificaciones por la orina o la bilis. Sin embargo, las liposolubles tienden acumularse y afectar procesos celulares, salvo que se transformen en compuestos menos activos o metabolitos más hidrosolubles que se eliminan con mayor facilidad.
Como resultado de la degradación de los aminoácidos procedentes de las proteínas, se forma amoniaco (toxico), que el hígado transforma en urea para se eliminado por el riñón. También el hígado realiza la formación de acido úrico, procedente de la metabolización de las nucleoproteínas que se elimina por la orina.
Capta y transforma las grasas procedentes de la alimentación hasta transformarlas en triglicéridos, fosfolípidos y colesterol. En el se sintetizan determinadas proteínas encargadas de vehiculizar a los lípidos por sangre (LDL, HDL) y es capaz de sintetizar colesterol, pudiendo transfórmalo en sales biliares u hormonas esteroideas.
Actúa como deposito principalmente de glucógeno, de vitamina A y B12, hierro y cobre.
Interviene en el metabolismo hormonal ya que en él se inactivan y se eliminan hormonas esteroideas como las corticosuprarrenales, andrógenos y estrógenos, y otras hormonas no esteroideas como tiroxina y antidiurética.
Regula el volumen de sangre circulante. Siempre que alguna parte del cuerpo muestre tendencia a congestionarse, el hígado acude en su ayuda regulando la circulación
También es responsable del equilibrio homeotérmico. Su actividad metabólica proporciona una cantidad de calor correspondiente al 25-30 % del calor total del cuerpo. Su deficiencia conduce a una baja anormal de la temperatura, mientras que su hiperactividad o congestión puede ser la causa de una fiebre constante.
Siempre que haya que movilizar las defensas del cuerpo, el hígado suministra las proteínas necesarias para la fabricación de glóbulos blancos.
Las repercusiones de un mal funcionamiento del hígado nos conducen a un estado de toxicidad e hipersensibilidad, expresado por lo general en los ataques de reumatismo, asma o urticaria. Tan pronto como una sustancia toxica es absorbida por el hígado la intercepta, neutraliza y rechaza con la ayuda de la bilis.
Un hígado deficiente o sobrecargado no podrá desempeñar correctamente sus funciones y cuando esto ocurre una parte de las sustancias toxicas ingeridas van a parar directamente a sangre, contribuyendo a degenerar nuestro organismo.
Cuando por algún trastorno hepático, cambia la composición o densidad de la sangre, en distintos lugares del cuerpo aparecen y reaparecen manchitas de color rojo intenso del tamaño de la cabeza de un alfiler.
Desde la óptica de la medicina natural no hay cura para ninguna enfermedad ni verdadera salud sin un hígado sano y en perfecto funcionamiento. La importancia del hígado y su trascendental papel en el origen de todas las enfermedades sigue siendo poco conocida, sobre todo por que casi nunca duele, salvo en casos de inflamación de la vesícula biliar, y por lo tanto no se le hace caso. No obstante una persona con un hígado sano y que funciona bien es más bien excepcional. El hígado moderno es victima de la mala alimentación y de los productos químicos y con frecuencia es ya insuficiente en el mismo momento del nacimiento por lo que debemos cuidarlo para mantenerlo sano: una dieta pobre en grasas saturadas y en alcohol; rica en fibra con zumos frescos, verduras crudas e hidratos de carbono complejos, proteínas vegetales y productos biológicos es lo mas recomendable por ser rica en antioxidantes, vitaminas y minerales que junto con la ingesta de plantas medicinales ayudan a proteger la célula hepática cuidando así nuestra salud en silencio.
Algunas plantas medicinales protegen el hígado, a la vez que tienen una función colerética (aumentan la producción de bilis) y colagogas (favorecen la evacuación de la bilis desde el hígado a la vesícula biliar y desde ésta al duodeno.
Entre las plantas medicinales con estas actividades destacaremos: Alcachofa, Boldo, Diente de león, Cardo mariano, Cúrcuma, Fumaría, Romero, Desmodium y Rábano negro
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