Adopción de mascotas. Bendita estupidez

Es fácil, es cómodo. Es lo de siempre. El ser humano se distingue de otras especies por su cinismo, su hipocresía y su facilidad para mirar para otro lado. La humanidad está dejando muy claro quién es, no el más fuerte, sino el más bestia. En España, por ejemplo, ya son 200.000 los animales que se abandonan cada año. Perros, gatos y otras mascotas, se van a la calle.

En Estados Unidos el número de animales de compañía ya llega al 50 por ciento del número de habitantes del continente. Aquí, que siempre se copia al gigante norteamericano, en lo bueno y en lo malo, pero casi siempre en lo peor, la trayectoria es similar y se emula la moda del ‘perro de marca’. La mayoría de estos animales comprados acaban abandonados. Pero en dichos países no existen perros ni gatos en las calles.

Para eso están las perreras (que no las protectoras) auténticas fábricas de asesinatos en masa, de productos cosméticos, de artículos del hogar, de elementos de bricolaje, de piensos caros para mascotas de lujo… Es de agradecer que en otros lugares como España existan grupos preocupados realmente por la ecología, por la naturaleza, por los animales. Como las protectoras, que facilitan una de las mejores soluciones a esta situación: la adopción.
Hay múltiples razones para adoptar perro: se evita el comercio y la especulación animal, la proliferación de camadas indeseadas y los abandonos masivos. Su contacto desarrolla la madurez y la responsabilidad, así como el nivel cognitivo en los niños; en los ancianos incrementan las interacciones sociales; ayudan a superar traumas de todo tipo; conducen a la autoestima; disminuyen los sentimientos de soledad y aislamiento;
Aunque no hay que considerar a un animal como algo que se usa, el tener una mascota en casa enriquece notablemente la vida de cualquier persona o familia, y amplía la capacidad de atención y comprensión personal al compartir la vida con un ser que se guía por otras normas, tremendamente gratificantes. Prepara a todo aquel que esté con él para ‘comprender al otro’, lo que lo convierte en alguien más maduro, responsable, tolerante, comprensivo y sensible. Por extensión, hará cambiar los valores: respeto a la naturaleza, reconocimiento del bien común, etc.
Pero antes de acoger un perro es obligado analizar muy cuidadosamente si se está capacitado a nivel personal, mental y económico, aunque en este último aspecto existe una gran colaboración de las protectoras de animales, que entregan los perros desparasitados, con chip, esterilizados y tratados por un veterinario si es necesario, a muy bajo precio. Y nunca venden ni negocian con los animales ni sus necesidades. Así pues, el primer paso es guiarse por la razón y el corazón, no por el capricho, la moda, el consumismo, el estatus social, el afán de propiedad, comparación y el reconocimiento.

Hay que tener en cuenta que se está hablando de un ser vivo. Este proceso pasa además por un análisis propio personal, lo que es muy positivo, y ayuda a descubrir las capacidades, virtudes o limitaciones de cada uno. Antes de llevarse un perro, se debería contestar a varias preguntas importantes: por qué se quiere un animal de compañía; si se tiene tiempo para él; si se pueden cubrir sus necesidades y se dispone de un hogar adecuado; si se lleva un ritmo de vida compatible y qué pasará con él en vacaciones o si se cambia de casa, etc.
También los perros adultos
La adopción de un perro nunca debe supeditarse a su edad. Se supone que en la intención de un adoptante prima la intención de otorgarle una vida digna a un ser vivo y no el capricho de llevarse un ‘artículo bonito’ o que va a durar mucho tiempo. Los perros adultos ya han sido rechazados. La mayoría de ellos maltratados. Necesitan mucho cariño y protección.
El aprendizaje de un perro está ligado al instinto de juego, algo que no se pierde hasta muy avanzada edad lo que indica que, por otra parte, llevarse un ejemplar debe estar dictaminado por su carácter y su adecuación al estilo de vida del adoptante. Casi todas las instituciones que utilizan canes (policía, bomberos, invidentes) prefieren para el adiestramiento animales comprendidos entre uno y tres años, por ser la etapa más receptiva para la disciplina y asumir conductas. Es más fácil de educar y asimila con mayor rapidez lo que se le enseña.

No produce los destrozos y suciedad que origina un cachorro y el agradecimiento y cariño que ofrece a sus dueños es increíble. En todos los refugios y protectoras viven perros preciosos, dóciles y cariñosos; juguetones o tranquilos; audaces o simples; grandes, pequeños, oscuros, claros, dinámicos, tenaces o despistados… sin embargo, muchos tienen a ojos de la sociedad el ‘inconveniente’ de pasar del año de edad. Esto sólo responde a la ignorancia y los prejuicios sociales de los que se guían por criterios equivocados y no consideran a estos perros aptos para la adopción. El personal de las protectoras conoce perfectamente el carácter y personalidad de cada perro por lo que su consejo es una buena guía.

Los perros adultos se amoldan y acostumbran perfectamente a cada tipo de vida que su dueño le quiera dar. Incluso y por desgracia hasta a las peores, porque existen casos en los que el perro se adopta sin gran convencimiento y posteriormente es obligado a estar encerrado continuamente, es maltratado o abandonado de nuevo. Por eso es mejor no adoptar que hacerlo a la ligera. Debe primar la intención: dar felicidad a un perro. Seguro que también se recibirá.

Los perros son, para mucha gente, un animal estúpidamente fiel, desprendido y espléndido. Dan sin recibir. Bendita estupidez.

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